
«Suave y pegaíto»: nuevo disco del Septeto Nacional

Próxima al centenario de su fundación, en 1927, una legendaria agrupación musical de Cuba, el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro, acaba de presentar su más reciente producción. Con el título de Suave y pegaíto, y bajo el sello El Cerrito Records, el nuevo disco del Nacional, fiel exponente del son cubano en sus matices raigales, demuestra cómo el septeto sigue plenamente vivo, en medio de los nuevos tiempos de la música cubana.
El Septeto Nacional revela su secreto: sus músicos están conscientes de que la permanencia de tantos años en la música popular bailable de la Isla consiste en adaptarse musicalmente a cada momento. Y este disco lo confirma incuestionablemente. Del mismo modo en que los sones de Piñeiro (aquellos del comienzo) todavía se versionan en formatos actuales, varias de las propuestas de Suave y pegaíto pueden ser llevadas hasta a las más aclamadas orquestas cubanas de la actualidad.
Quienes iniciaron la mítica historia del entonces Sexteto Nacional, bajo la guía del gran Ignacio Piñeiro, no imaginaron que su trascendencia musical se extendería hasta un siglo después.
I
Los siguientes párrafos se basan en el libro La Habana tiene su son, de mi gran amigo Ricardo Oropesa, biógrafo del Septeto Nacional:
Fue un miércoles. En el puerto de La Habana, Cuba, se alistaba para zarpar el vapor Cristóbal Colón. Emprendería un largo viaje: primero, a Nueva York, en travesía de cuatro días; después, cruzarían el Atlántico para arribar al puerto de Vigo, España.
Los nombres de siete cubanos figuraban en la lista de pasajeros. Eran los integrantes de un grupo musical nombrado Septeto Nacional. Dirigidos por su fundador, el contrabajista y compositor Ignacio Piñeiro, tenían previsto aprovechar su breve estancia neoyorquina para efectuar grabaciones para el sello Columbia. Su compromiso principal estaba en Sevilla, donde tendría lugar la Exposición Iberoamericana. Ellos representarían a Cuba junto a otros artistas.
II
Suave y pegaíto reúne trece piezas musicales del actual repertorio que interpreta el Nacional de Piñeiro. Obviamente, no pueden faltar los legendarios e inmortales clásicos del son, género al cual Ignacio Piñeiro no sólo aportó su talento como compositor: también sentó pautas para la interpretación sonera, modos de hacer y el patrón vocal, seguido después por todos los grandes vocalistas que en Cuba han sido. De aquellos sones inderrotables, aparecen El guanajo relleno, Bardo y Canta la vueltabajera.
Además, como verdadera curiosidad a agradecer. Una creación eterna del bolero cubano, A mi manera, composición del recordado cantante y compositor cubano Marcelino Guerra Rapindey, usualmente, se canta a dúo. La versión más notable, desde el punto de vista histórico correspondió a los vocalistas Pepe Olmo y el cantante invitado Fernando Álvarez, con la cubanísima Orquesta Aragón, por los años 1950. En esta edición del Septeto Nacional, lo interpretan Dagoberto Sacerio y Crispín Díaz. En particular, la voz segúnda de Díaz recorre la misma armonía que desarrollara Fernando en aquel disco “aragonero”. Y, desde la sonoridad charanguera de la Aragón, el Septeto Nacional logra la transición al sello sonero de su quehacer.
III
Pero un imprevisto impidió a todos bajar a tierra en Nueva York: el barco encalla y su reparación se extendió por setenta y dos horas. Los miembros del Nacional recibieron, en la propia nave atascada, a amigos y a representantes de la firma disquera Columbia, con la cual debían concretar nuevas grabaciones que, obviamente, no se efectuaron.
Uno de los músicos, el trompetista Lázaro Herrera, explicó, en cierta ocasión, que la hija de un compadre de Nueva York, nombrada Carola, era visita frecuente a bordo del Cristóbal Colón. Allí vio al septeto, cuando ensayaba el son Suavecito, que Piñeiro aún no había terminado de componer. Carola participó varias veces en los ensayos y, según se cuenta, bailó al compás de la música. Así surgió una cuarteta que se convirtió en clásico sonero de todos los tiempos: “A ti te gusta mucho, Carola, / el son de altura, / con sabrosura / bailarlo a solas…”
IV
No se pierdan, en este nuevo disco del Septeto Nacional, cómo el cantante Alexander Ferrer, desde las primeras notas de Ven a rumbear, pone en evidencia, con la diana típica del guaguancó, las características del son al estilo del gran Ignacio Piñeiro, mezclando (“fusionando”, se diría hoy) la rumba y el son.
Alexander Abreu, trompetista y autor devenido cantante y líder de su popularísima orquesta Havana de Primera, compuso el son Después de un beso, que él mismo interpreta aquí. Para los cubanos, por su timbre singular, Alexander es inconfundible, por lo cual no necesita presentación.
¡Sorpresa: una voz femenina! ¡Qué bueno! Además de ser parte del escenario bailable, completando las parejas danzantes, Yulaisy se une al Nacional y en Alma rumbera evoca a aquella voz Celeste (Mendoza) que, aunque fue La Reina del Guaguancó, cantaba de todo, como gran sonera. La frescura de la voz de Yulaisy, de timbre agudo y bien afinada, impregna de juventud al genuino son.
En 1958, el Septeto Nacional se transformó en conjunto, con la inclusión de piano y una trompeta adicional. Orlando Pérez Landy, pianista de la querida Orquesta Aragón, se une a la fiesta sonera del Nacional del siglo XXI con su piano en Locos por mi guaguancó y, ¡también!, con su voz en todos los coros del disco.
Para interpretar El velorio de mi tía, el Nacional se desdobla: del son a la guaracha, género caracterízado por una narración de modo humorístico de hechos de la cotidianidad. Es un son ejecutado “más adelante”, como dicen los músicos. Y, aunque los musicólogos y académicos se inclinan por adoptar la etiqueta de “guaracha son”, debido al montuno final con la típica alternancia de coro e inspiraciones, la práctica musical dice, sencillamente, “guaracha”.
V
De los sones y, en general, de todas las composiciones de Ignacio Piñeiro, los bailadores veteranos recuerdan no sólo texto y coros, sino cada nota del arreglo original. En El guanajo relleno, el espíritu de Carlos Embale —aquel sonero y rumbero que interpretó fielmente al fundador— se descubre en esta respetuosa interpretación que, en contraste, no pierde estilos sonoros de hoy, como se aprecia en la segunda parte del montuno.
Canta la vueltabajera es una guajira son que forma parte de la leyenda sonera de Piñeiro. Por tanto, el arreglo es el mismo con el cual se efectuó la grabación más conocida, con Embale como solista. Los golpes únicos del cencerro son los carácterísticos de la guajira como género musical, tal vez evocando el paisaje campesino mediante la campana (sí, el cencerro) colocada a las reses. El texto alude a la situación social en Cuba durante el machadato (etapa presidencial del dictador Gerardo Machado). Como detalle increíblemente coincidente, el sello disquero Victor muestra en sus archivos, como fecha de edición de su primera grabación, el 12 de agosto de 1933, el mismo día en que Machado huyó del país bajo la presión popular. El cantante entonces fue el gran sonero Alfredito Valdés.
VI
El tresero Enrique Collazo, con su solo en No dejes que muera, obra de su autoría, y la interpretación de Alex Ferrer, le canta al propio Septeto “siguiendo la tradición / sin perder su rica esencia”. Y, en referencia a otros modos ajenos a la cubanía, dice cantando: “recuerda bien tus raíces / que son la rumba y el rico son”. No dejar que muera el son y defenderlo es este mensaje musical.
Como homenaje a quien fuera su vocalista de los últimos tiempos, el sonero Eugenio Rodríguez Raspa, sus claves se dejan escuchar en Mi conga pa’ guarachar que cierra por todo lo alto la producción, en apoyo al solista Crispín Díaz. La inspiración correponde al bongosero y director del Septeto Nacional, Francisco David Oropesa Fernández El Matador. El tres evoca la base rítmica particular de los coros de clave en sus pasacalles. Recordemos que, antes de formar su Septeto Nacional, Ignacio Piñeiro fomó parte de grupos de clave y guaguancó. A ritmo de carnaval, pues, termina este disco.

EPÍLOGO SONERO:
La sola vigencia del Septeto Nacional Ignacio Piñeiro bastaría para recrear la historia irrepetible del son de Cuba, que, con su famosa clave del tres-dos, puede insertarse en un tango o en un pasodoble, en un bambuco o una canción romántica, bolero incluido. Singular recuento de la historia es la reiterada mención de los grandes del son, desde Miguel Matamoros y Arsenio Rodríguez, hasta las voces de Miguelito Cuní, Roberto Faz, Benny Moré y Celia Cruz.
A los grandes creadores del son, cantantes y compositores, dedica el autor, el bongosero Francisco David Oropesa Fernández, Suave y pegaíto, el son que también invita a bailar mientras, en una inspiración del cantante invitado Daniel Vera, recuerdan aquello que en 1929, ante la complacencia de la joven Carola y a bordo de un barco frente a Nueva York, creó Ignacio Piñeiro para la posteridad:
“Suavecito es como se goza más”…