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Las diosas del mantón: 6 bailaoras que convirtieron un trozo de seda en puro fuego

Las diosas del mantón: 6 bailaoras que convirtieron un trozo de seda en puro fuego

Cuando ves un mantón de Manila, seguro piensas: “¡Qué bordados, qué flecos, qué cosa bonita…”

Pues para estas siete artistas, el mantón no era un simple adorno ni un capricho de feria. Era un arma secreta, un compañero de batalla, una extensión del alma que usaban para prender fuego al escenario. Ellas no llevaban el mantón colgado, lo hacían volar, girar, latir, como si tuviesen magia en las manos.

Prepárate porque estas diosas del flamenco te van a enseñar que el mantón es mucho más que seda y flores.

Aunque muchas de estas leyendas nacieron o se formaron en la escuela sevillana —la cuna del arte, la elegancia y el duende— el mantón no conoce fronteras. Desde Sevilla a Madrid o Málaga, cada bailaora le imprimió su estilo y personalidad únicos, demostrando que el mantón es un lenguaje universal del flamenco.

La Macarrona (1879–1956)

Juana Vargas era su nombre, pero todo el mundo la llamaba La Macarrona, un apodo con tanta fuerza que parece inventado para el arte. Aunque no tenga nada que ver con Nápoles ni con la pasta, su leyenda es muy real. Fue una de las primeras grandes figuras del flamenco en usar el mantón de Manila sobre el escenario con carácter, con raíz, y con una presencia que imponía sin decir una sola palabra. Su fama traspasó fronteras, y su nombre quedó grabado en la historia del baile como una pionera que supo hacer del mantón algo más que un complemento.

Empezó en los cafés cantantes de Sevilla a finales del siglo XIX, y acabó bailando delante del zar de Rusia y el sha de Persia. Y todo eso sin necesidad de WiFi ni followers.

¿El mantón? Lo manejaba como quien echa un lazo al público. Le daba vueltas, lo alzaba, lo azotaba en el aire.
Era puro poderío sin filtros.

 

 

Pastora Imperio (1887–1979)

¿Quieres saber lo que es el estilo? Mira a Pastora Imperio.
Su elegancia moviendo el mantón hizo que media España dejara de mirar el reloj y empezara a mirar el escenario durante las primeras décadas del siglo XX.
Fue musa de poetas, pintores y hasta políticos. La querían todos, pero el mantón era solo suyo.

No lo usaba, lo acariciaba con los brazos. Lo hacía flotar como si tuviera pacto con la gravedad.
Era arte con bata de cola.

Matilde Coral (n. 1932)

Matilde Coral, discípula de Pastora Imperio, no solo bailaba con el mantón, lo enseñaba, lo convertía en técnica pura. Fundadora de su escuela en Triana, revolucionó el uso del mantón en el flamenco desde los años 50 y sigue siendo referente hoy día.
Su método es tan riguroso que aprender a mover un mantón con ella es como entrenar para unas Olimpiadas del arte.

Además, su legado se ha incorporado al Ballet Flamenco de Andalucía, que hoy lleva el mantón como protagonista en sus coreografías más aplaudidas.

Por otro lado, Blanca del Rey (1949) —otra gran embajadora del mantón— donó en 2016 al Ballet Nacional de España su joya más personal: la “Soleá del Mantón”. Un legado que sigue vivo en el repertorio y que es un homenaje al poder escénico de este complemento.

Pilar López (1912–2008) y La Argentinita (1898–1945)

Aquí hay que hacer una aclaración para los curiosos: Pilar López y La Argentinita eran hermanas, sí, pero cada una con su estilo y su historia con el mantón.

Pilar López fue la que llevó el mantón a un nivel teatral y coreográfico durante buena parte del siglo XX, usándolo no solo como complemento sino como personaje dentro del espectáculo. Su trabajo fue fundamental para darle voz y drama al mantón en el escenario.

Por otro lado, La Argentinita, que también dominaba el arte del mantón, es más recordada por difundir el flamenco fuera de España y por su personalidad magnética. Su estilo era más cosmopolita, y aunque el mantón formaba parte de su imagen, lo usaba con un enfoque más tradicional y elegante.

Así que si no encuentras fotos libres de Pilar López para ilustrar, la Argentinita es una estupenda representante visual de esa época y esa forma de entender el mantón en el flamenco.

Sara Baras (n. 1971)

Sara Baras lo ha llevado por el mundo entero desde finales de los 90, pisando escenarios de Nueva York, París, Londres, y el mantón siempre va con ella.

Pero no como adorno. Lo usa para contar historias, para enredarse, para crear coreografías donde el mantón no baila a su lado… baila con ella.

Y si tienes dudas, solo tienes que buscar su espectáculo Sabores o Marina. Verás lo que es hacer de un pañuelo de seda una narrativa de fuego.

Bonus: La Niña de los Peines (1890–1969) – la voz que también habló con mantón

Aunque es más recordada como la voz inmortal del cante flamenco, La Niña de los Peines también bailó y usó el mantón con elegancia y sutileza.
Su manera de manejarlo era diferente, más reservada, acompañando su cante y baile para aportar distinción y tradición, dejando claro que el mantón no es solo cosa de bailaoras, sino que forma parte del todo del flamenco.

En resumen: ¿El mantón? No es moda. Es poder escénico

Estas mujeres no se ponían el mantón para estar guapas (aunque lo estaban).
Lo usaban como instrumento de expresión, de presencia y de dominio. Porque mover un mantón bien es tan difícil como hacer magia sin chistera.

Así que la próxima vez que veas uno en una feria, en una tabla flamenca o en un escaparate, recuerda esto:
Ese pedazo de tela lleva historia, arte y carácter bordado. Y lo han hecho volar las mejores.

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