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CURIOSIDADES FLAMENCAS Articles

Las diosas del mantón: 6 bailaoras que convirtieron un trozo de seda en puro fuego

Cuando ves un mantón de Manila, seguro piensas: “¡Qué bordados, qué flecos, qué cosa bonita…” Pues para estas siete artistas, el mantón no era un simple adorno ni un capricho de feria. Era un arma secreta, un compañero de batalla, una extensión del alma que usaban para prender fuego al escenario. Ellas no llevaban el mantón colgado, lo hacían volar, girar, latir, como si tuviesen magia en las manos. Prepárate porque estas diosas del flamenco te van a enseñar que el mantón es mucho más que seda y flores. Aunque muchas de estas leyendas nacieron o se formaron en la escuela sevillana —la cuna del arte, la elegancia y el duende— el mantón no conoce fronteras. Desde Sevilla a Madrid o Málaga, cada bailaora le imprimió su estilo y personalidad únicos, demostrando que el mantón es un lenguaje universal del flamenco. La Macarrona (1879–1956) Juana Vargas era su nombre, pero todo el mundo la llamaba La Macarrona, un apodo con tanta fuerza que parece inventado para el arte. Aunque no tenga nada que ver con Nápoles ni con la pasta, su leyenda es muy real. Fue una de las primeras grandes figuras del flamenco en usar el mantón de Manila sobre el escenario con carácter, con raíz, y con una presencia que imponía sin decir una sola palabra. Su fama traspasó fronteras, y su nombre quedó grabado en la historia del baile como una pionera que supo hacer del mantón algo más que un complemento. Empezó en los cafés cantantes de Sevilla a finales del siglo XIX, y acabó bailando delante del zar de Rusia y el sha de...

¿Sabías que el primer disco de flamenco fue grabado en 1880?

¿O fue en 1880? ¿O 1897? Da igual. Porque lo que importa no es el año. Lo que importa es quién le puso voz al fuego. Y ese fue Antonio Pozo, El Mochuelo. Un chaval de 13 años que en lugar de jugar a la pelota estaba ya dejándole su alma a una máquina de estaño que apenas sabía repetirle el eco. Sí, una máquina que hablaba. O al menos lo intentaba. Un día de marzo de 1880, en un pequeño teatro de Murcia, sube este “gitanillo”, canta un par de coplas sobre el cilindro metálico del fonógrafo de Edison y, aunque la máquina se atranca en la primera, con la segunda lo consigue. Y así, sin saberlo, queda grabado por primera vez un cante jondo. En estaño. Sin focos. Sin marketing. Pero con duende. Después vendrían las grabaciones en cera, en pizarra, las ediciones en Berlín, las remesas desde Hannover, y las grabaciones “oficiales” de 1897, 1898, 1899… Con palos como peteneras, malagueñas, guajiras o soleares. Pero el primero que se atrevió a cantarle al futuro fue ese niño sevillano de la calle Sol.Autor: MisterBenzler /...
¿Sabías que el primer disco de flamenco fue grabado en 1880?

¿Sabías que el primer disco de flamenco fue grabado en 1880?

¿O fue en 1880? ¿O 1897? Da igual. Porque lo que importa no es el año. Lo que importa es quién le puso voz al fuego. Y ese fue Antonio Pozo, El Mochuelo. Un chaval de 13 años que en lugar de jugar a la pelota estaba ya dejándole su alma a una máquina de estaño que apenas sabía repetirle el eco. Sí, una máquina que hablaba. O al menos lo intentaba. Un día de marzo de 1880, en un pequeño teatro de Murcia, sube este “gitanillo”, canta un par de coplas sobre el cilindro metálico del fonógrafo de Edison y, aunque la máquina se atranca en la primera, con la segunda lo consigue. Y así, sin saberlo, queda...

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