
El duende flamenco: ¿arte o elitismo?

Muchas de las personas que nos apasiona el arte en general y el flamenco en particular hemos escuchado alguna vez la expresión «tener duende». Definir qué es este famoso «duende» no es tarea fácil, ya que se trata de una imagen muy abstracta que tiene que ver con el «encanto misterioso e inefable» de un artista para conectar con el público que lo observa, esa capacidad para embelesar a quien los mira con un halo de encanto y atractivo.
No obstante, Federico García Lorca, gran apasionado del arte flamenco, trata de definirlo en su ensayo titulado Teoría y juego del duende. Para definirlo, Lorca recurría a la frase que escuchó decir un día a Manuel Torres, el conocido cantaor de flamenco: «Tú tienes voz, tú sabes los estilos, pero no triunfarás nunca, porque tú no tienes duende». Y él mismo decía: «el duende es un poder y no un obrar».
Para los apasionados del flamenco, el duende no era el conocimiento de la música, ni el control de la técnica, sino algo innato que se encuentra dentro de ciertas personas y de ciertos artistas, algo que se lleva en la sangre. De hecho, según Lorca, no es necesario ser un experto en música o en flamenco para poder observar que un artista tiene duende, ya que este «poder» trasciende al público y cualquiera con cierto sentido de la sensibilidad puede apreciarlo.
Sin embargo, deja claro que este tipo de duende no es un ser «oscuro y estremecido» como el de otras culturas, ya que en estas otras esta criatura se asocia con algo similar a un demonio. Asimismo, también advierte que es bastante fácil y habitual confundir el duende con el ángel o la musa. Pero apunta: «El ángel deslumbra, pero vuela sobre la cabeza del hombre, está por encima, derrama su gracia, y el hombre, sin ningún esfuerzo, realiza su obra o su simpatía o su danza.» «Y la musa alienta, despierta la inteligencia». No obstante, estas dos criaturas son completamente externas al artista; lo ayudan, lo orientan y lo guían, pero no son inherentes a él. El duende, en cambio, permanece dentro de cada uno y no puede ir y venir, simplemente es.
Además, el poder del duende se extiende mucho más allá del aura del artista. Muchas veces, el resto de los personajes que aparecen encima de un escenario son contagiados del duende de uno de ellos. Tal es el caso de Eleonora Duse, «que buscaba otras fracasadas para hacerlas triunfar» con ella en el escenario.
Sin embargo, hay algunas teorías que están en contra del duende del que tanto se habla en el mundo del flamenco. Muchos puristas de la técnica defienden que esta imagen solo hace que perpetrar el estereotipo del artista flamenco, ya que muestran esta forma de arte como un acto espontáneo, que se lleva en la sangre y que no es el resultado de años de dedicación y de estudio. Igualmente, esta visión del flamenco pone de manifiesto la exclusión y el elitismo que sufre esta vertiente artística. La creencia común de que alguien que no tiene duende no puede participar, permanecer o triunfar en el mundo del flamenco hace muchos artistas queden excluidos de la tradición, además de que esta falta de aceptación ha supuesto que algunos sectores rechacen la innovación o experimentación tan necesaria en el arte.
Sabemos que todas las ideas extremistas perjudican a la causa que defienden, y creer que el duende es lo único que hace a un artista es tan erróneo como pensar que una persona que no lo tiene (o parece no tenerlo) no puede participar en un evento cultural. Sobre todo, cuando este forma parte una visión tan subjetiva. ¿Qué habría pasado si alguien hubiera dictado que Federico García Lorca no tenía duende?
Fuente: «Teoría y juego del duende», Federico García Lorca.