Dicen que llegó a Jerez desde un castillo perdido entre los Cárpatos, viajando siglos y siglos hasta aterrizar en Andalucía con su capa y su sombrero negro. Algunos dicen que fue en busca de vino fino y guitarra flamenca; otros, más románticos, aseguran que quería aprender a tocar al compás del taconeo. Nosotros lo llamamos el Nosferatu Flamenco, y vaya si hizo historia… aunque eso, queridos lectores, es otra historia que dejaremos para más adelante. Por ahora, centrémonos en lo que realmente nos interesa: su drama con las uñas. Lo encontramos un soleado día de ensayo, sentado en su patio andaluz, vestido como un típico flamenco, sombrero negro, mano sobre la guitarra… y con la maldita uña rota justo donde toca. “¡Nooo, justo antes del ensayo!”, gritó desesperado. Claro, es un vampiro y, gracias a sus poderes, en un día y medio estaría otra vez perfecta para tocar. Pero mientras tanto, la uña postiza es la verdadera heroína: resistente, brillante y lista para salvarle el culo. Alguno, o los más, os preguntaréis como coño se le pueden romper las uñas a un jodido vampiro: bueno este es nosferatu, está cascado y desde que llegó a Jerez ha dejado la sangre por el vino fino. Pero el Nosferatu no se rinde. Entre suspiros y gestos teatrales, toma la decisión más sabia: ir al salón de belleza. Allí, en un pequeño local con luces fluorescentes y aromas extraños, una china experta en manicura lo recibe. Al fondo, cuadros y fotos de bailaoras y guitarras muestran su pasión por el flamenco. Con habilidad y paciencia, le coloca la uña postiza, y nuestro...