
Cinco pueblos que conquistan Internet… y el corazón del viajero tradicional

En tiempos en que el viajero valora cada vez más la tranquilidad, la autenticidad y el contacto con la raíz de lo nuestro, un reciente estudio del buscador de alquileres vacacionales Holidu ha revelado cuáles son los pueblos españoles de menos de 5.000 habitantes que más interés despiertan en Internet. El listado, basado en el número medio de búsquedas mensuales, confirma una realidad ya palpable: lo rural no solo resiste, sino que lidera una nueva forma de turismo, más pausado, más cercano, más humano.
Son lugares donde la arquitectura tradicional, la gastronomía local, la historia y el paisaje se funden sin artificios. Aquí repasamos los cinco primeros del ranking, verdaderos referentes del encanto patrimonial y natural que define la identidad de nuestros pueblos.
1. Comillas (Cantabria)
Esta villa cántabra, rodeada de verdes laderas y abierta al mar, encabeza la lista con 4.720 búsquedas al mes. Su trazado urbano, sus plazas tranquilas y su elegante patrimonio arquitectónico —donde destacan el Capricho de Gaudí, el Palacio de Sobrellano o la Universidad Pontificia— convierten a Comillas en un destino donde el paseante se topa con la belleza a cada paso. Con una profunda vinculación a las casas de indianos, conserva también la esencia de la tradición marinera. Es, sin duda, un lugar donde el viajero no solo contempla, sino que respira historia.
2. Santillana del Mar (Cantabria)
Famosa por su apodo —la «villa de las tres mentiras», porque ni es santa, ni llana, ni tiene mar—, Santillana del Mar es, sin embargo, una de las joyas medievales mejor conservadas del país. Con 4.320 búsquedas mensuales, se sitúa como el segundo pueblo más buscado. Su caserío de piedra, su colegiata románica y la atmósfera detenida en el tiempo que envuelve cada rincón la convierten en uno de los destinos más evocadores para quien busca cultura, quietud y belleza. La cercanía con Altamira añade valor arqueológico a una localidad ya de por sí monumental.
3. Potes (Cantabria)
Con 3.490 búsquedas al mes, Potes ocupa el tercer lugar, consolidándose como capital natural del valle de Liébana. Entre los ríos Deva y Quiviesa, y bajo la mirada de los Picos de Europa, esta localidad conjuga paisaje y tradición. Sus puentes de piedra, las casas con balcones de madera y el aroma a cocina de montaña hacen de Potes un destino ideal para los amantes de la naturaleza y la cultura popular. Aquí la vida discurre con la calma propia del norte, y la memoria del territorio se transmite en cada conversación.
4. Frigiliana (Málaga)
La única andaluza del grupo y la más meridional, Frigiliana seduce con su luz blanca y su traza morisca. Con 3.290 búsquedas mensuales, este pueblo de la Axarquía malagueña ha sabido conservar una fisonomía única: calles empedradas, cuestas floridas y viviendas encaladas que forman un laberinto de postal. A ello se suma la presencia viva de la artesanía —cerámica, esparto, bordados— y una gastronomía marcada por la miel de caña, el vino dulce y los productos de la sierra. Frigiliana representa, sin exagerar, una Andalucía que canta con las paredes y que se deja querer desde la primera zancada.
5. San Vicente de la Barquera (Cantabria)
Con 3.220 búsquedas al mes, cierra el quinteto otro pueblo cántabro donde la tradición y el paisaje conviven con armonía. San Vicente de la Barquera ofrece marismas, playas abiertas al Cantábrico y un fondo montañoso que realza su atractivo natural. Su casco antiguo, donde se alzan la iglesia de Santa María de los Ángeles y el Castillo del Rey, conserva el sabor de la vieja Cantabria marinera. El puerto, aún activo, mantiene viva la esencia pesquera que define su carácter. Es un enclave perfecto para quienes buscan naturaleza y patrimonio con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte.
Una tendencia que reivindica lo cercano
Los datos de búsqueda confirman una tendencia clara: el viajero digital —y sensible— no solo quiere ver, sino entender. Estos pueblos, virales sin perder la compostura, encarnan un modelo de escapada que no se limita a consumir paisajes, sino que propone habitarlos aunque sea por unos días. La calma, la belleza patrimonial, la vida vecinal, la gastronomía sencilla y la historia viva se convierten en los verdaderos motores de este nuevo turismo que, sin hacer ruido, está cambiando la forma de mirar España.