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SABÍAS QUE… algunas guitarras no se fabrican, se crían. Y nacen en Granada.

SABÍAS QUE… algunas guitarras no se fabrican, se crían. Y nacen en Granada.

Granada no es solo tapas, Alhambra y flamenco en las cuevas. No. En sus barrios más antiguos —Albaicín, Realejo— se esconde un sonido que no sale de altavoces, sino de manos que trabajan la madera como si compusieran un poema: el de los luthieres, los artesanos de guitarras que llevan generaciones afinando la historia musical de este país.
Aquí no se talla una guitarra: se cría.

Desde el siglo XIX, Granada se ha convertido en la cuna silenciosa de la guitarra española. Todo empezó con artesanos como Benito Ferrer y Eduardo Ferrer, y lo siguió gente como Antonio Marín Montero, cuyas guitarras se han convertido en objeto de deseo por músicos de todo el mundo. Hoy, nombres como los Hermanos Bellido siguen manteniendo el nivel altísimo. Sus guitarras no solo suenan: emocionan.

Y no hablamos de guitarras cualquiera. Las que salen de estos talleres han pasado por las manos de grandes guitarristas nacidos (o curtidos) en Granada. Porque si tocas flamenco en serio por estas tierras, lo raro no es tener una guitarra hecha aquí… lo raro es no tenerla. Estas joyas artesanales no solo suenan, cuentan cosas. Y vaya si se nota cuando las toca alguien que sabe.

Porque una guitarra de Granada no es un objeto. Es una declaración. Es madera que canta. Es una forma de decir “aquí estamos, y esto no se aprende en tutoriales”.

Así que ya sabes: la próxima vez que oigas un rasgueo que te atraviese el pecho, pregúntate si esa guitarra no habrá nacido entre las manos mágicas de algún luthier granadino. Probablemente, sí.

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